domingo, 16 de octubre de 2011

Chips & Fish

- Buenos días Doctor
- Buenos días Salmón, cuéntame,
¿Que tal ha ido esta semana?
- Mucho mejor, la verdad. Las jaquecas han desaparecido y he tenido un par de ataques de ansiedad pero los he controlado bastante bien. ¿Sabes qué?, ¡me he atrevido a nadar a mar abierto!
- Esos son grandes progresos Salmón. Estoy orgulloso de ti. Y por las noches ¿Sigues teniendo problemas para dormir?
- Bueno… por las noches… he vuelto a tener ese sueño.
- ¿El mismo de siempre? Te importa contármelo de nuevo
- Si, el mismo de siempre. Estoy en un plato pero no soy el centro de atención, estoy apartado, como un acompañamiento. Tengo forma de chips, soy crujiente y tengo al lado una patata que parece un pescado.
- Cómo te sientes , cuando estas en ese plato de tu sueño
- Me siento… no se explicarlo. Me siento… Extrañamente tranquilo, como si ese fuese mi sitio. Creo que incluso aliviado no estar en el lugar de la patata


Esta receta empezó a formarse en mi mente en un viaje que hice a primeros de año a Escocia, donde en cualquier carta además del plato estrella, los típicos “haggis, neeps and tatties” siempre había “fish & chips”. Es curioso cómo puede variar este plato según donde se coma. Los dos extremos fueron por un lado, una pequeña tienda de comida rápida abierta toda la noche. Allí pensar que dentro del rebozado habia pescado era una autentica cuestión de fe. El mejor, sin duda, un restaurante que encontramos por azar en un pueblecito perdido. Tenían toda una pescadería para elegir el pescado fresco que deseabas que transformasen con un delicioso rebozado y que acompañasen con sus patatas fritas caseras.
No sé a cuento de que me dije ¿y si invirtiésemos los papeles? Pues tendríamos Chips & Fish…
 

Las chips de pescado es de lo más sencillo. Utilizaremos unas lonchas de salmón ahumado que cortamos en rectángulos y simplemente ponemos en una sartén bien caliente y freímos por los dos lados como si de beicon se tratase. Para que queden bien crujientes y suelten su jugo, podemos apretarlas con una espátula cuando empiecen a dorarse. 


Para el pescado de patata lo más conveniente me pareció hacer un puré que es lo suficiente maleable como para darle la forma deseada. Pelamos y troceamos unas patatas y las cocemos en agua salada. A continuación con un tenedor la aplastamos añadiendo una cucharada de mantequilla. Poco a poco incorporamos leche caliente y mezclamos hasta conseguir la consistencia deseada. Por ultimo añadimos sal, pimienta y una pizca de nuez moscada.


Ahora viene el paso que a mí me parece lo más complicado: ¡Dar al puré la forma de pez! Reconozco que en preescolar estaba enfermo cuando en clase de plastilina enseñaron las figuras acuáticas. En un momento de desesperación pensé incluso en cambiar el nombre de la receta por “Chips & bird” ya que la maldita forma de pez se me resistía pero con un poco de perseverancia llegue a un resultado que de lejos se asemeja ligeramente (un poco de imaginación ¡por favor!) a un pez. Pasado el mal trago damos el efecto rebozado machacando unos anacardos salados de esos que nos ponen con la caña en algunas terrazas y los espolvoreamos sobre el puré-pez.


 
El último detalle es remplazar la habitual salsa tártara, que en este caso no pega ni con cola, por un queso blanco tipo Philadelphia templado y con unas briznas de cebollino.

Si os estáis preguntando si me siento un poco culpable por causar estos trastornos de identidad al salmón pues la respuesta es que sí, pero que lo único que puedo decirle al respecto es ¡Bienvenido al club!

viernes, 30 de septiembre de 2011

El brownie que se desvanece

Aquel día cuando llegó a casa se dio cuenta que de alguna manera inexplicable a su cesta de la compra habían llegado varios ingredientes inesperados. Se acostó sorprendido y sonriente ante la extraña situación ante la que se encontraba y con la cabeza llena de preguntas sobre de donde provendrían. Al día siguiente se alegró al comprobar que no había sido ni un sueño ni fruto de su imaginación y que allí seguían, en unas proporciones tan perfectas que sin pararse a pensar en lo que estaba haciendo se puso inmediatamente a prepararlos. Se esmeró en mezclarlo todo con delicadeza por miedo a que de la misma forma que habían aparecido se desvaneciesen si no los trataba correctamente. Colocó la masa cruda en el horno y se deleitó con la espera, viéndolo subir lentamente e imaginando el sabor que tendría. Luego, al sacarlo, tuvo que retenerse para no comerlo inmediatamente ya que como casi todo lo bueno hay que esperar, dejarlo reposar hasta que el calor se desvanezca lo suficiente para no quemarse. Cuando por fin puedo llevárselo a la boca, lo saboreo con avidez y sus papilas se inundaron de su dulzura y de una suavidad indescriptible. De vez en cuando un trocito crujiente le hacía cosquillas en la lengua y se regocijaba sin comprender de donde habían podido salir.
Cuando quiso darse cuenta no quedaba nada de aquel placer fantasma, se había desvanecido de la misma forma que apareció dejándole un regusto amargo en el paladar y deleite en la memoria.



Hace ya casi un año y medio que no se a cuento de qué, se me ocurrió salir de la cocina. ¿Cómo iba a saber yo que volver iba a ser tan difícil? Primero me perdí, luego me equivoque de cocina y cuando por fin encontré la mía, se habían instalado en ella mis demonios a los que tuve que derrotar en singular batalla para expulsarlos. Por fin he recuperado el calor de mis fogones y espero quedarme en este refugio una temporada.

Debo reconocer que he estado a punto de perderme de nuevo en una receta imposible pero aprovechando que había prometido llevar el desayuno a mis compañeros de trabajo, me he permitido volver a escribir con una receta de lo más sencilla pero eficaz: un brownie de chocolate negro que nunca me ha traicionado.

Los ingredientes necesarios son:

- 350g de chocolate negro de postre 70%
- 200g de mantequilla salada
- 250 g de azúcar moreno
- 3 huevos
- 3 cucharas soperas de miel
- 2 cucharas soperas de ron añejo
- 85g de harina
- 1 cucharada de café de levadura
- 100 g de nueces de pecan
 

 Primero derretimos el chocolate y la mantequilla al baño maría. Lo dejamos reposar mientras blanqueamos los huevos con el azúcar ayudándonos de unas varillas.A continuación añadimos el chocolate derretido, la miel, el ron y las nueces de pecan machacadas groseramente.  

Mezclamos todo hasta que quede una pasta homogénea. Por ultimo añadimos la harina y la levadura ayudándonos con un colador para evitar los grumos. Hecho esto solo queda untar un molde con mantequilla y espolvorearlo con harina antes de llenarlo con la masa que hemos preparado. Lo horneamos 40 minutos a 160°C y ¡voila! Un brownie que se desvanecerá tan rápidamente que os arrepentiréis de no haberlo saboreado más lentamente. 
 
Un último consejo, no caigáis en la tentación de sobre cocerlo pues al sacarlo del horno puede parecer que no está suficientemente hecho pero sí que lo está, simplemente  sucede que su consistencia llega al máximo esplendor al enfriarse.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Calabaza maltratada

En lo que a verduras se refiere, sin ninguna duda la más desafortunada es la calabaza. Te las dan como regalo de amor no correspondido. Si no estudias lo suficiente y suspendes… ¡más calabazas! No hay mas que recordar a Zipi y Zape que siempre las llevaban a casa. A finales de octubre, se convierten en fuente de terror durante la noche de Halloween. Si me remonto a los recuerdos de la infancia visualizo una calabaza muy simpática que se llamaba Ruperta, mascota del Un, Dos, Tres pero en realidad de simpática solo tenía la cara porque era el peor premio que se podían llevar los concursantes. Me diréis que soy muy duro, que la cenicienta va en una calabaza al baile del príncipe. Pues ni siquiera, porque va en una carroza, no olvidemos que aunque lo que en un momento fue calabaza se convierta en carroza no implica que la materia prima recupere las virtudes del producto manufacturado. Además, que le digan a Cenicienta que las calabazas son maravillosas cuando casi tiene que volver a casa andando con una bajo el brazo. Los únicos que han intentado salvar su reputación son The Smashing Pumpkins, aunque desafortunadamente el doble significado de la palabra ”smashing” como verbo en gerundio y como adjetivo lleva a menudo a confusión. Las estupendas calabazas se convierten por error de traducción en los aplastadores de calabazas, perdiendo toda connotación positiva. En definitiva, la espiral negativa en la que se encuentra la calabaza lleva al traste cualquier intento de ensalzara.


A pesar del aura nefasta que tienen las calabazas he decidido arriesgarme a cocinar un crumble de calabaza. Salado, matizo, pues originalmente el crumble es un postre británico y dado que la calabaza puede utilizarse tanto en dulces como en platos salados, prefiero evitar la confusión desde el principio. Los ingredientes necesarios son: 1kg de calabaza, 4 lonchas de beicon, 1 cebolla, 100 g de harina, 50g de mantequilla, 50 g de queso parmesano y 4 nueces.

Empezamos quitando la piel de la calabaza y cortándola en cubos que doraremos en una sartén a fuego muy fuerte por dos lados. La reservamos y salteamos la cebolla cortada en juliana. Cuando se vuelva translucida incorporamos la calabaza, salamos todo, cubrimos y dejamos cocer a fuego lento 15-20 minutos hasta que la calabaza se reblandezca. En una sartén aparte freímos el beicon hasta que quede crujiente. Preparamos las migas mezclando la mantequilla troceada con la harina y el parmesano y amasando con la punta de los dedos. En un recipiente que pueda hornearse colocamos la calabaza salteada con la cebolla mezclándola con el beicon desmenuzado en virutas. Pulverizamos groseramente las nueces y las espolvoreamos por encima. Por ultimo cubrimos con las migas y gratinamos unos 10 minutos hasta que las migas estén doradas. Colocar las nueces antes de las migas es importante ya que estas se tuestan antes de que las migas estén hechas y pueden acabar carbonizadas arruinando el plato. El resultado es un “smashing pumpkin crumble” o lo que es lo mismo, un crumble de calabaza cojonudo (con perdón).

Voy a terminar como empieza Monaguillo, con un video musical. La elección es evidente pues tanto hablar de ellos me ha entrado la nostalgia.

domingo, 14 de febrero de 2010

Cantos rodados

Al llegar a este terreno erial,
de hambre consumidas las entrañas
gritaron reclamando sus derechos.
Envolviendo de tristeza sus miradas
las rocas que pisaba respondieron al reclamo
con invitación disfrazada de silencio.
Sin tardanza, ya en cuclillas,
mis manos recogieron el fruto del convite
y mastique el inesperado maná recocido por el sol.
Las venas se llenaron de inspiración renovada
y el desierto, regado con el vino del banquete
inauguro la cosecha venidera.
El vergel será perenne, se quedará sin condiciones.
Sus frutos, el alimento
de mis coherencias y sinrazones.



Debo agradecer a Dulcinea que se le ocurriera esta receta pues ha conseguido sacarme de la dura cuesta de enero (y medio).Lo que mas me gusta de estas pastas saladas es su increíble potencial para recrearse con combinaciones imposibles. La receta de Dulcinea son unas pastas saldas de tomate confitado y queso feta. Para realizarlas mezclamos 100g de harina con 1/2 cucharada de café de sal, tres de orégano y pimienta al gusto. Añadimos 50g de aceite y mezclamos bien hasta conseguir una textura de migas suaves. Incorporamos 10 tomates confitados (unos 35g) y 50g de feta troceados. Por ultimo para dar forma a la masa humidificamos con agua (unas 4 cucharadas soperas) muy poco a poco y mezclando continuamente. Es muy importante parar cuando consigamos formar una bola resquebrajable sin que llegue a volverse elástica y pegajosa. Dejamos reposar en el frigo una media hora y hacemos pequeñas bolas aplastadas que colocaremos sobre una hoja de papel sulfurizado.

Horneamos 10 minutos a 220 °C. Se comen frías como aperitivo. La versión alternativa que puede ser contada (los horrores me los guardo para la memoria de la vergüenza) es con queso roquefort, orejones y piñones. El procedimiento es el mismo pero con proporciones ligeramente diferentes: 130 g de harina, 1 pizca de sal, 50g de queso roquefort, 30g de piñones y 4 orejones.



jueves, 24 de diciembre de 2009

Don Quijote de Jengibre

Llego la navidad y como cada año me paso las vacaciones corriendo de un lado a otro, que si cena por aquí, que comida por allá... Y para llegar a tiempo a tanto evento social me ha parecido conveniente y necesario transformarme en Quijote de Jengibre, ya que como dice el cuento, el hombrecillo de jengibre corre tan rápido que ni el mismísimo Bolt podría alcanzarle. Como habréis supuesto los hombrecillos de jengibre no pueden escribir así que aprovecho que aun no me he transformado para agradeceros el apoyo que me habéis brindado, queridos lectores, durante estos primeros meses de existencia y me despido hasta el año que viene.
¡Felices fiestas y que disfrutéis de los manjares navideños!


Ingredientes:
340 g de harina
125 g de azúcar de caña
125 g de mantequilla reblandecida
1 huevo
1 cucharilla de levadura
3 cucharadas soperas de miel
2 cucharillas de jengibre en polvo
1 cucharilla de canela en polvo
½ cucharilla de nuez moscada
Decoración: azúcar glas, pasas, piñones y frambuesas secas

Mezclar todos los ingredientes hasta obtener una masa homogénea. Cubrir y dejar reposar una media hora en el frigorífico.Estirar la masa cor un rodillo para obtener una superficie de aproximadamente 5 mm de espesor. Utilizamos un cortador con forma de hombrecillo (rectificando para que se parezca a Don Quijote) y decoramos con los frutos secos.Metemos los hombrecillos en el horno precalentado a 210 ºC y cocemos durante aproximadamente 10 minutos hasta que se doren, pero vigilando que no lleguen a tostarse ya que quedarían demasiado duros.

Una vez fríos se puede añadir como ultima decoración un glaseado hecho con azúcar glas al que añadimos agua, gota a gota, hasta obtener una pasta brillante y que podamos utilizar para pintar los hombrecillos