miércoles, 3 de marzo de 2010

Calabaza maltratada

En lo que a verduras se refiere, sin ninguna duda la más desafortunada es la calabaza. Te las dan como regalo de amor no correspondido. Si no estudias lo suficiente y suspendes… ¡más calabazas! No hay mas que recordar a Zipi y Zape que siempre las llevaban a casa. A finales de octubre, se convierten en fuente de terror durante la noche de Halloween. Si me remonto a los recuerdos de la infancia visualizo una calabaza muy simpática que se llamaba Ruperta, mascota del Un, Dos, Tres pero en realidad de simpática solo tenía la cara porque era el peor premio que se podían llevar los concursantes. Me diréis que soy muy duro, que la cenicienta va en una calabaza al baile del príncipe. Pues ni siquiera, porque va en una carroza, no olvidemos que aunque lo que en un momento fue calabaza se convierta en carroza no implica que la materia prima recupere las virtudes del producto manufacturado. Además, que le digan a Cenicienta que las calabazas son maravillosas cuando casi tiene que volver a casa andando con una bajo el brazo. Los únicos que han intentado salvar su reputación son The Smashing Pumpkins, aunque desafortunadamente el doble significado de la palabra ”smashing” como verbo en gerundio y como adjetivo lleva a menudo a confusión. Las estupendas calabazas se convierten por error de traducción en los aplastadores de calabazas, perdiendo toda connotación positiva. En definitiva, la espiral negativa en la que se encuentra la calabaza lleva al traste cualquier intento de ensalzara.


A pesar del aura nefasta que tienen las calabazas he decidido arriesgarme a cocinar un crumble de calabaza. Salado, matizo, pues originalmente el crumble es un postre británico y dado que la calabaza puede utilizarse tanto en dulces como en platos salados, prefiero evitar la confusión desde el principio. Los ingredientes necesarios son: 1kg de calabaza, 4 lonchas de beicon, 1 cebolla, 100 g de harina, 50g de mantequilla, 50 g de queso parmesano y 4 nueces.

Empezamos quitando la piel de la calabaza y cortándola en cubos que doraremos en una sartén a fuego muy fuerte por dos lados. La reservamos y salteamos la cebolla cortada en juliana. Cuando se vuelva translucida incorporamos la calabaza, salamos todo, cubrimos y dejamos cocer a fuego lento 15-20 minutos hasta que la calabaza se reblandezca. En una sartén aparte freímos el beicon hasta que quede crujiente. Preparamos las migas mezclando la mantequilla troceada con la harina y el parmesano y amasando con la punta de los dedos. En un recipiente que pueda hornearse colocamos la calabaza salteada con la cebolla mezclándola con el beicon desmenuzado en virutas. Pulverizamos groseramente las nueces y las espolvoreamos por encima. Por ultimo cubrimos con las migas y gratinamos unos 10 minutos hasta que las migas estén doradas. Colocar las nueces antes de las migas es importante ya que estas se tuestan antes de que las migas estén hechas y pueden acabar carbonizadas arruinando el plato. El resultado es un “smashing pumpkin crumble” o lo que es lo mismo, un crumble de calabaza cojonudo (con perdón).

Voy a terminar como empieza Monaguillo, con un video musical. La elección es evidente pues tanto hablar de ellos me ha entrado la nostalgia.

domingo, 14 de febrero de 2010

Cantos rodados

Al llegar a este terreno erial,
de hambre consumidas las entrañas
gritaron reclamando sus derechos.
Envolviendo de tristeza sus miradas
las rocas que pisaba respondieron al reclamo
con invitación disfrazada de silencio.
Sin tardanza, ya en cuclillas,
mis manos recogieron el fruto del convite
y mastique el inesperado maná recocido por el sol.
Las venas se llenaron de inspiración renovada
y el desierto, regado con el vino del banquete
inauguro la cosecha venidera.
El vergel será perenne, se quedará sin condiciones.
Sus frutos, el alimento
de mis coherencias y sinrazones.



Debo agradecer a Dulcinea que se le ocurriera esta receta pues ha conseguido sacarme de la dura cuesta de enero (y medio).Lo que mas me gusta de estas pastas saladas es su increíble potencial para recrearse con combinaciones imposibles. La receta de Dulcinea son unas pastas saldas de tomate confitado y queso feta. Para realizarlas mezclamos 100g de harina con 1/2 cucharada de café de sal, tres de orégano y pimienta al gusto. Añadimos 50g de aceite y mezclamos bien hasta conseguir una textura de migas suaves. Incorporamos 10 tomates confitados (unos 35g) y 50g de feta troceados. Por ultimo para dar forma a la masa humidificamos con agua (unas 4 cucharadas soperas) muy poco a poco y mezclando continuamente. Es muy importante parar cuando consigamos formar una bola resquebrajable sin que llegue a volverse elástica y pegajosa. Dejamos reposar en el frigo una media hora y hacemos pequeñas bolas aplastadas que colocaremos sobre una hoja de papel sulfurizado.

Horneamos 10 minutos a 220 °C. Se comen frías como aperitivo. La versión alternativa que puede ser contada (los horrores me los guardo para la memoria de la vergüenza) es con queso roquefort, orejones y piñones. El procedimiento es el mismo pero con proporciones ligeramente diferentes: 130 g de harina, 1 pizca de sal, 50g de queso roquefort, 30g de piñones y 4 orejones.