Al llegar a este terreno erial,
de hambre consumidas las entrañas
gritaron reclamando sus derechos.
Envolviendo de tristeza sus miradas
las rocas que pisaba respondieron al reclamo
con invitación disfrazada de silencio.
Sin tardanza, ya en cuclillas,
mis manos recogieron el fruto del convite
y mastique el inesperado maná recocido por el sol.
Las venas se llenaron de inspiración renovada
y el desierto, regado con el vino del banquete
inauguro la cosecha venidera.
El vergel será perenne, se quedará sin condiciones.
Sus frutos, el alimento
de mis coherencias y sinrazones.
de hambre consumidas las entrañas
gritaron reclamando sus derechos.
Envolviendo de tristeza sus miradas
las rocas que pisaba respondieron al reclamo
con invitación disfrazada de silencio.
Sin tardanza, ya en cuclillas,
mis manos recogieron el fruto del convite
y mastique el inesperado maná recocido por el sol.
Las venas se llenaron de inspiración renovada
y el desierto, regado con el vino del banquete
inauguro la cosecha venidera.
El vergel será perenne, se quedará sin condiciones.
Sus frutos, el alimento
de mis coherencias y sinrazones.
Debo agradecer a Dulcinea que se le ocurriera esta receta pues ha conseguido sacarme de la dura cuesta de enero (y medio).Lo que mas me gusta de estas pastas saladas es su increíble potencial para recrearse con combinaciones imposibles. La receta de Dulcinea son unas pastas saldas de tomate confitado y queso feta. Para realizarlas mezclamos 100g de harina con 1/2 cucharada de café de sal, tres de orégano y pimienta al gusto. Añadimos 50g de aceite y mezclamos bien hasta conseguir una textura de migas suaves. Incorporamos 10 tomates confitados (unos 35g) y 50g de feta troceados. Por ultimo para dar forma a la masa humidificamos con agua (unas 4 cucharadas soperas) muy poco a poco y mezclando continuamente. Es muy importante parar cuando consigamos formar una bola resquebrajable sin que llegue a volverse elástica y pegajosa. Dejamos reposar en el frigo una media hora y hacemos pequeñas bolas aplastadas que colocaremos sobre una hoja de papel sulfurizado.
Horneamos 10 minutos a 220 °C. Se comen frías como aperitivo. La versión alternativa que puede ser contada (los horrores me los guardo para la memoria de la vergüenza) es con queso roquefort, orejones y piñones. El procedimiento es el mismo pero con proporciones ligeramente diferentes: 130 g de harina, 1 pizca de sal, 50g de queso roquefort, 30g de piñones y 4 orejones.