jueves, 4 de junio de 2009

Tejas pesto para Hansel

- No, no y no. Me niego a aceptar que no haya solución. ¿Lo habéis intentado todo?
- Casi todo. Ni la pizza ni la lasaña ni la mozzarella han pasado los tests de calidad. Podríamos probar con el tiramisú o con
la panna cotta pero…
- No. Nada de postres, conoces de sobra la política de la empresa. Sigue intentánd
olo. Cambia ingredientes, proporciones ¡lo que sea! Tenemos que encontrar una receta para el tejado de aquí al final de la semana o perderemos el proyecto
- Si señor, pondré inmediatamente todo el personal a trabajar en el tejado

- Cuento con ello. Puedes retirarte.

Hansel había pasado la mitad de su vida intentando olvidar las cuatro semanas que estuvo encerrado en una jaula, secuestrado por una bruja que amenazaba con comerlo. La imagen de aquella casa de dulces lo persiguió día tras día y año tras año intentando volverlo loco y lo cierto es que habría perdido la cabeza si no hubiese encontrado la forma de canalizar sus malos recuerdos: el negocio de los hoteles comestibles. Empezó construyendo casas rurales a base de salchichas y el nuevo concepto cuajó de maravilla extendiéndose rápidamente por toda Alemania. Victima de su éxito, en poco tiempo otros países empezaron a interesarse por los famosos hoteles comestibles de Hansel y se lanzo a la conquista de Europa, en algunos casos con más dificultades que en otros. El hecho de tener que adaptar los materiales de construcción según los gustos locales le estaba dando más de un quebradero de cabeza, especialmente en Italia, donde ninguna receta parecía convenir al tejado. Hansel estaba desesperado y no confiaba en que su jefe de cocina fuese a encontrar una salida al problema. Decidió jugarse la última carta que le quedaba. Saco su agenda y marco un numero de telefono …
- Riiiiing, riiiing……… Allô!
-¿Don quijote de la Plancha?

- El
mismo, para servirle.


Durante estas semanas me he dedicado en cuerpo y alma a encontrar la receta que satisficiese las necesidades de Hansel: unas tejas de parmesano crujientes que tuviesen el sabor del pesto italiano. La tarea ha sido ardua pero a base de pruebas, errores y perseverancia he dado con la receta que nos ha satisfecho plenamente tanto Hansel como a mí. Los ingredientes no son ni más ni menos que los que se utilizan para hacer el pesto a saber: queso parmesano, albahaca, ajo, piñones y aceite.
Lo primero que hay que hacer es rallar el parmesano, picar la albahaca y mezclaros en proporciones iguales en volumen o la mitad de albahaca que parmesano si se mide al peso (no, no explicare lo que es la densidad). Por otro lado se pica un diente de ajo y se fríe en un poco de aceite. Con este aceite de freír el ajo untamos ligeramente (con un papel absorbente o un pincel fino) la zona de una hoja de papel sulfurizado donde vamos a colocar la teja. Cuando digo ligeramente lo digo en serio, si os pasáis quedara muy graso. A continuación se coloca la mezcla de parmesano y albahaca formando una placa y se añaden unos piñones que empujaremos un poco para que queden un levemente enterrados en el parmesano. Introducimos el papel sulfurizado con las pre-tejas a media altura en el horno, previamente precalentado a 210°C y dejamos fundir durante unos 4 -5 minutos hasta que quede crujiente pero tened cuidado pues si se dora demasiado se desvirtúa el sabor.

No puedo evitar recrearme un poco con algunos consejos y errores a evitar (para hacerme perdonar los más de 10 días de silencio).
Cuando empecé a hacer pruebas para esta receta pensé que triturar los piñones, tal y como se hace como el pesto de verdad, era una gran idea ¡grave error! Por un lado los piñones cuando están triturados se doran mucho mas rápido que el parmesano, con lo cual hay partes que quedan casi quemadas y otras sin hacer. Por otro lado lo que mantiene la teja unida es el queso y al mezclarlo con polvo de piñones la fragilizamos y lo que es peor, limitamos la cantidad de albahaca que podemos poner. Otro problema que tuve fue como añadir el sabor a ajo. Lo probé casi todo, crudo, frito, en rodajas, picado, machacado… Y nada, el sabor del ajo mataba todos los otros sabores. Menos mal que pude contar con el consejo de Amadís de Gula, también cocinero andante y gran amigo, con el que me inicie en el mundo de las aventuras culinarias. Teniendo en cuenta su experiencia en el mundo de los aceites, era el mejor capacitado para resolver el problema proponiéndome extraer el sabor del ajo con el aceite y untar la base con él. ¡Gracias Amadís!
Para terminar, un consejo sobre la presentación: haced las tejas en barcas de Caronte de distintos tamaños. ¡No os arrepentiréis del resultado!

3 comentarios:

  1. Querido Caballero de la Triste Figura,
    no puedo por más que agradecerte a ti las barcas de Caronte ya que han empezado ya a ser útiles en alguna de mis aventuras.

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  2. ¡Amadís! Que alegria que te hayan servido. Has de saber que la próxima vez que nos encontremos nos acaecerá alguna aventura sin igual, digna de ser contada y recordada por todos los historiadores.
    Si por un casual, Nacho, estas por el camino, no dudes que te alimentaros como mereces.

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